lunes, 12 de marzo de 2012

Extraños en la oscuridad

… Las noches eran predecibles y desconcertantes. Seguían una rutina que desgastaba hasta la fibra de mis nervios; trataba de alcanzarte con mi tacto, para luego toparme con el desencuentro. Cada noche el mismo extraño en mi cama… ¿cómo decirle un “te quiero” a un extraño? Eso es exponerse a un reclamo.
Por más cerca que te tuviera, estabas en otro espacio; otra realidad distinta a la mía, que creía nuestra. Sentía en tu celo tu cariño, aunque podía bien, haberlo confundido con un capricho.
Reconocerme vulnerable hacia ti ya era demasiado, como para arriesgarme a cometer la estúpida imprudencia de desprenderme del rastro de orgullo que me quedaba, para aventurarme en palabras que encontraran un freno en desencantos.
Cuando lo entregamos todo y quedamos tan vulnerables, sólo quedan dos cosas: un escudo y una espada; el orgullo y la esperanza. Yo contigo, la esperanza, el arma con el que peleaba infructuosas batallas quedó desgastada; se horadó y agrieto entre silencios. Pero el escudo me lo quedo; lo necesito para póstumos encuentros…
… en la oscuridad las cicatrices no son percibidas porque no son vistas; en la oscuridad sólo se puede sentir la piel…
Alejandro Pérez Lozano

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