sábado, 9 de junio de 2012

Un favor


Los de esta noche no son truenos comunes, de esos que vienen después del anuncio de un relámpago introductor, esos que son obra de la naturaleza sabia, inquieta y traviesa. No, estos, son la respuesta a mis anhelantes ruegos a la tormenta; para que con tu infantil, tan tierno, ora dulce, ora ingenuo miedo a aquello que te daría risa en el recuerdo, a la luz del nuevo día, busques entre la oscuridad de estas cuatro paredes, y debajo de estas sábanas que no resguardan lo suficiente, frente a los más primitivos recelos, busques, digo de nuevo, entre el aturdimiento y la desconfianza, después de que cuentas al terminar la luz del pregonero relámpago, un segundo, dos segundos, tres segundo,…, para según como se suele creer, según como tú sueles creer, saber que tan lejos a caído aquello que te hace temblar, y que amenaza con perturbar en nuestra cama, aquello que en otro tiempo se creería viene del brazo del mismo dios Olimpo.

Buscas, por fin digo, mi abrazo; este que pasa a convertirse en el más confortable y protector en ese preciso momento. Ya no importa que, a sol de testigo, cuando hago lo mismo, me topo con el desencuentro de tu más arrollante renuente voluntad.

No, esta noche sólo importa que mis ruegos fueran atendidos. Sólo importa que esta noche, y puede que la siguiente, todo depende de que tan benevolentes se muestren mis cómplices de esta noche, te sostendrás y aferrarás a mí, bajando escudo y espada que portas pedantemente cuando Apolo se encuentra en turno.

No se sí es la respuesta a tus miedos o a tus ocultos deseos, pero en este momento no importa, las palabras no tienen cabida en momentos tan sublimes en esencia como este; las palabras quedan en el ostracismo y regresan del destierro con la luz y calor de la nueva mañana. Sólo responderte como es debido, con un fuerte apisonar, y esperar. Esperar que la centellante y cegadora luz de relámpago sea el que esclarezca, que en algún momento, tú dejaste de ser quien eres en el día, y te convertiste con la noche. Y que el estruendo haga a efecto de sello.

Simplemente recuerdos, que me hacen desear con premura y ansia loca, casi descabellante, no más bien de nuevo anhelante, que comience la temporada de lluvia.

Necesito nuevos favores… 

domingo, 25 de marzo de 2012

¿Tú qué vas a hacer?

... El humano no busca igualdad y libertad. Busca poder y practicidad. No le importa destruir su entorno, si eso le permite ahorrarse cinco minutos en su día. No le preocupa contaminar, si con eso camina menos y llega más rápido. Como si eso no bastara, extiende su apatía a sus congéneres. Para el hombre, es valioso aquello que es práctico. Si algo ya no le es útil lo desecha o abandona, sin ocuparse siquiera de darle otro uso o un remedio.
El hombre es como una máquina programada para seguir una rutina que ni siquiera disfruta. Todo es un aparatoso rubro de excentricidades, para una efímera existencia. El tiempo corre tan rápido, y el hombre siempre tan ocupado. La gente ya ni siquiera se da la oportunidad de detenerse un momento para apreciar o criticar lo que le rodea; no disfruta la belleza, la poca que queda; no se digna en tomar un instante para reflexionar sobre la huella de destrucción que a su paso deja. No puede, está muy ocupado en sobrevivir. Para cuando hay tiempo libre, tenemos diversiones ya programadas, conformándose con pequeños placeres.
Somos esclavos y muchos no lo sabemos. Cuando te das cuenta de ello, quieres hacer algo, romper con los determinismos; pero, ¿qué se puede hacer, cuando se es sólo una insignificante parte del todo? Te das cuenta de que no queda más que ser parte. Irónicamente te das cuenta que la línea que separa entre tú que lo ves y los que no. Es que tú estás frustrado e impotente.
El hombre, por lo práctico, ha llegado a un punto en que se ha acabado casi todos los recursos. En el mundo existen recursos suficientes para satisfacer las necesidades de todos, más no para satisfacer las codicias. Ahora, tratamos de llegar lo más lejos posible; tal vez lejos, exista un lugar que podamos habitar, ya que este no tiene remedio. Pero no ven que si no tiene remedio, no es por la destrucción y contaminación; quien lo habita es quien no tiene remedio.
La gente actúa de manera tan desinteresada por su espacio… a veces la autodestrucción que podemos reflejar con las grandes construcciones y deterioros de nuestro entorno es como querer hacer que u dios ciego nos preste atención, haciéndolo a modo braile, tan tangible que le sea imposible para de largo: que los edificios toquen el cielo a modo de puntos y que los espacios sean las grandes tierras estériles y muertas. Patética respuesta humana a su ausencia. Pareciera que lo que queremos que lea es un gran: “¡as, si! Pues jódete tú también”. La verdadera incógnita es: ¿habrá una contra-respuesta?, ¿acaso enviamos el mensaje al destinatario adecuado?, ¿hay un escucha del otro lado?; o simplemente nos hundimos más en nuestra miseria ignorantes ante el saber de que nosotros mismos somos causa y efecto(?)...

... Yo siempre he creido que, en un mundo sin Dios, nosotros somos la piedad de Dios; y tú ¿qué vas a hacer cuando se muera Dios?...
Alejandro Pérez Lozano

domingo, 18 de marzo de 2012

Nunca estás tú

... No importa que tan alto suene la música, sigo escuchando mis pensamientos; no importa cuanto coma, no se llena el vacío; no importa cuanto alcohol tome, no me mareo lo suficiente para borrar los recuerdos; no importa cuantos labios bese, no encuentro el rose de los tuyos; no importa en cuantos brazos esté, no siento tus caricias; no importa cuantos cuerpos coloque en mi cama, porque en ninguno estas tú. Nunca estás tú.
Lo que si encontré en mi búsqueda, fue en sus palabras las cosas que yo siempre te quise decir; encontré en sus deseos las cosas que nunca te pude hacer yo a ti.
En ocasiones creo que quedaré invidente, sordo, afónico, ausente y demente antes de que llegue nuestro rencuentro.
Las cicatrices del alma puede que no sean tangibles, que no se vean, pero son las que se pueden  sentir con mayor intensidad y nunca borrarse, o poderse ignorar, en toda una eternidad...

lunes, 12 de marzo de 2012

Extraños en la oscuridad

… Las noches eran predecibles y desconcertantes. Seguían una rutina que desgastaba hasta la fibra de mis nervios; trataba de alcanzarte con mi tacto, para luego toparme con el desencuentro. Cada noche el mismo extraño en mi cama… ¿cómo decirle un “te quiero” a un extraño? Eso es exponerse a un reclamo.
Por más cerca que te tuviera, estabas en otro espacio; otra realidad distinta a la mía, que creía nuestra. Sentía en tu celo tu cariño, aunque podía bien, haberlo confundido con un capricho.
Reconocerme vulnerable hacia ti ya era demasiado, como para arriesgarme a cometer la estúpida imprudencia de desprenderme del rastro de orgullo que me quedaba, para aventurarme en palabras que encontraran un freno en desencantos.
Cuando lo entregamos todo y quedamos tan vulnerables, sólo quedan dos cosas: un escudo y una espada; el orgullo y la esperanza. Yo contigo, la esperanza, el arma con el que peleaba infructuosas batallas quedó desgastada; se horadó y agrieto entre silencios. Pero el escudo me lo quedo; lo necesito para póstumos encuentros…
… en la oscuridad las cicatrices no son percibidas porque no son vistas; en la oscuridad sólo se puede sentir la piel…
Alejandro Pérez Lozano

lunes, 5 de marzo de 2012

Reflexionando sobre sociedad


Me he dado cuenta que vivimos en una sociedad, de la cual Nicolás Maquiavelo estaría orgulloso: la gente dice “sí a la pena capital” si esta disminuye los secuestros, “sí a la tortura si disminuye el narcotráfico”, “sí a la cadena perpetua si con esta acaban las violaciones”. Con la pena, pero estas consideraciones, en mi opinión, no sólo son retrogradas, sino también aborrecibles; son el producto de la falta de información y de participación de los ciudadanos en la cuestión pública. Prefiero algo más a lo Kant, a la deontología; no importa los fines que alcamos si nuestro proceder es correcto, es bueno (aunque quizá no exista comportamiento humano que no prevea sus fines... incluso el de no tenerlos…otros inconfesables pero existentes); por lo menos en sociedad, porque en política, el buen político es el que da resultados, el que alcanza los fines, no tanto el que tiene proceder sin mancha, aunque que mejor si así los tuviera. Pero regresando a la sociedad, estoy seguro aunque suene a metafísico (¿y qué sonar así?), que si nuestro proceder es positivo, obtendremos un bien común. Es necesario reflexionar sobre algo que decía Julio Cortázar: “Es necesario comprender, quien pone en práctica la violencia… si son los que provocan la miseria o los que luchan en contra de ella”. 
Que no se me confunda, no ataco a mis congéneres, cada quien es libre de creer, opinar y obrar en la vida pública como quiera (dentro del determinismo, claro); sólo les insíto a ser reflexivos a las medidas que ofrecemos, y que queremos tomar, ante las situaciones problemáticas, no nos vayamos a terminar por echar la soga al cuello. La violencia no se resuelve con más violencia, eso es algo muy somero. Recuerden pensar, aún no es ilegal. Habla pueblo, pero hazlo con la voz de la razón, no de la pasión; para que tu poder transforme y no destruya.

sábado, 25 de febrero de 2012

Ambigüedad

Te encuentro de una manera tan inesperada e indeseada que siento como cuando se está corriendo y falta el aliento. Siento el mareo, la ansiedad, el boicot en el estómago como un certero puñetazo; la falta de gravedad que aferre mis pies a la tierra. Quiero huir, pero es tan inevitable, como lo fue el evidente adiós que veía en camino desde el principio.  No sé a qué se debe semejante consternación, ¿es una cosa acaso, o son varias?; ¿Es el rencor?, ¿O los recuerdo?... ¿el olvido tal vez? O las mentiras quizá… el desinterés, puede ser. ¿Es acaso dolor, o arrepentimiento lo que siento? Me creía libre de ti hasta hoy cuando de nuevo te vi. Pero el mayor misterio aquí es: ¿qué sucede dentro de ti cuando me miras así? Esa mirada de desdén tuya es tan desconcertante e hiriente. Una de las mayores ambiciones que tuve estando contigo era adentrarme en tu mente; que intento ingenuo y soberbio, si no puedo con la mía. Nunca pude ir más allá de lo que decías en tus palabras y mostrabas en tus actos. Pero esa mirada tuya, ¿es por qué es el modo en que has sido siempre? ¿O por qué sientes a similitud lo que yo? Pienso que apuesto a el boleto ganar si escojo la primera. Creo que me miras como tu error; yo a ti como algo que creí que eras y que simplemente nunca existió. Me enamoré, como suele cometer el cegado corazón, con pasión e ímpetu; crédulo e ingenuo corazón de joven; de alguien que sólo existía en mis esperanzas. Y aunque mi razón siempre ha sido precaria y prudente, el corazón no es sólo ciego a evidencias, sino también sordo a argumentos. Espero, para cuando alcance el otoño de mi vida, haber aprendido a atender mis reflexiones antes que mis pasiones. Que ironía el no poder ser libres de decidir por quien sentir… 
Alejandro Pérez Lozano

domingo, 19 de febrero de 2012

Impuntualidad



Era tarde ya, comenzaba a morir el día con cada minuto que transcurría, y con él, mi esperanza de encontrarnos. Encendí otro cigarrillo y así como se consumía, me consumía yo por dentro, y mis ilusiones se disipaban igual que el humo. Sentí el fuego, cerca de mi boca y eso se asimilaba un poco al roce de tus labios, pero no sentí el calor, que brindan tus besos. Él era mi único compañero, y no sé si fue por sus efectos, o por los tuyos, pero me sentí, por un momento, enfermo. No, enfermo no, porque no era el mareo ni el amargo sabor en la boca, sino el peso de los pulmones como si fueran de plomo; un peso que me hacía caer en espacios no descritos en el universo, pero a la vez pulmones que se sentían vacíos; un pecho pesado por los recuerdos, lleno de humo, pero vacío de sentimientos.
Después de recuperar un poco el aliento, regresando ligeramente a mis sentidos, dirigí la mirada hacia el borde, contra un viento frío ¿por qué no traje un jodido abrigo? Es curioso darse cuenta de cómo desde este puente, con el comienzo de la oscuridad, los autos al pasar con sus fugaces luces se asemejan al tiempo que se escapa; parece como si un segundo pasará cada que una automóvil desaparece en su marcha: fugaz y sin retorno, en un solo sentido. En ocasiones quisiera ser parte de ese movimiento, recorrer el tiempo como la hace un segundo, en un efímero parpadeo, para que mi espera no desespere, ser tan imperceptible... Desaparecer y consumirme en el tiempo, sólo para que se acabe la presencia de que se crea cuando tú no estás: la soledad. Pero luego me arrepiento, porque: cuando el futuro es una incógnita y el pasado un esfuerzo de memoria… amenazas al tiempo para que no te arrebate el presente. Aunque el pasado te cause arrepentimiento y el presente te mantenga en suspenso, el futuro es lo único que de verdad puede imponerte miedo.
Yo creo que el miedo es lo que junta a dos que dicen amarse. Miedo a la enfermedad, al hambre, a estar consigo mismo (como yo en este momento), a lo desconocido… El gran miedo a enfrentarse a la vida. Ese es el amor, una sustitución de personas y lugares más que un sentimiento. A menudo la culpa nos hace volvernos a enamorar… pero como ya se me terminó el cigarrillo, y al parecer también acaba la espera, ya que creo verte a lo lejos, nada seguro, dicen por ahí que de noche todos los gatos son pardos… mejor dejo estos desvaríos pendientes para cuando vuelvas a llegar tarde y tenga tiempo para estar de nuevo, sólo con mis pensamientos. Ahora lo único presente en mi mente, es tu sonrisa, y tu sorpresa al verme aún en tu espera. Está bien, te disculpo, no se puede llegar tarde al encuentro con el destino…

Alejandro Pérez Lozano