sábado, 25 de febrero de 2012

Ambigüedad

Te encuentro de una manera tan inesperada e indeseada que siento como cuando se está corriendo y falta el aliento. Siento el mareo, la ansiedad, el boicot en el estómago como un certero puñetazo; la falta de gravedad que aferre mis pies a la tierra. Quiero huir, pero es tan inevitable, como lo fue el evidente adiós que veía en camino desde el principio.  No sé a qué se debe semejante consternación, ¿es una cosa acaso, o son varias?; ¿Es el rencor?, ¿O los recuerdo?... ¿el olvido tal vez? O las mentiras quizá… el desinterés, puede ser. ¿Es acaso dolor, o arrepentimiento lo que siento? Me creía libre de ti hasta hoy cuando de nuevo te vi. Pero el mayor misterio aquí es: ¿qué sucede dentro de ti cuando me miras así? Esa mirada de desdén tuya es tan desconcertante e hiriente. Una de las mayores ambiciones que tuve estando contigo era adentrarme en tu mente; que intento ingenuo y soberbio, si no puedo con la mía. Nunca pude ir más allá de lo que decías en tus palabras y mostrabas en tus actos. Pero esa mirada tuya, ¿es por qué es el modo en que has sido siempre? ¿O por qué sientes a similitud lo que yo? Pienso que apuesto a el boleto ganar si escojo la primera. Creo que me miras como tu error; yo a ti como algo que creí que eras y que simplemente nunca existió. Me enamoré, como suele cometer el cegado corazón, con pasión e ímpetu; crédulo e ingenuo corazón de joven; de alguien que sólo existía en mis esperanzas. Y aunque mi razón siempre ha sido precaria y prudente, el corazón no es sólo ciego a evidencias, sino también sordo a argumentos. Espero, para cuando alcance el otoño de mi vida, haber aprendido a atender mis reflexiones antes que mis pasiones. Que ironía el no poder ser libres de decidir por quien sentir… 
Alejandro Pérez Lozano

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