domingo, 19 de febrero de 2012

Impuntualidad



Era tarde ya, comenzaba a morir el día con cada minuto que transcurría, y con él, mi esperanza de encontrarnos. Encendí otro cigarrillo y así como se consumía, me consumía yo por dentro, y mis ilusiones se disipaban igual que el humo. Sentí el fuego, cerca de mi boca y eso se asimilaba un poco al roce de tus labios, pero no sentí el calor, que brindan tus besos. Él era mi único compañero, y no sé si fue por sus efectos, o por los tuyos, pero me sentí, por un momento, enfermo. No, enfermo no, porque no era el mareo ni el amargo sabor en la boca, sino el peso de los pulmones como si fueran de plomo; un peso que me hacía caer en espacios no descritos en el universo, pero a la vez pulmones que se sentían vacíos; un pecho pesado por los recuerdos, lleno de humo, pero vacío de sentimientos.
Después de recuperar un poco el aliento, regresando ligeramente a mis sentidos, dirigí la mirada hacia el borde, contra un viento frío ¿por qué no traje un jodido abrigo? Es curioso darse cuenta de cómo desde este puente, con el comienzo de la oscuridad, los autos al pasar con sus fugaces luces se asemejan al tiempo que se escapa; parece como si un segundo pasará cada que una automóvil desaparece en su marcha: fugaz y sin retorno, en un solo sentido. En ocasiones quisiera ser parte de ese movimiento, recorrer el tiempo como la hace un segundo, en un efímero parpadeo, para que mi espera no desespere, ser tan imperceptible... Desaparecer y consumirme en el tiempo, sólo para que se acabe la presencia de que se crea cuando tú no estás: la soledad. Pero luego me arrepiento, porque: cuando el futuro es una incógnita y el pasado un esfuerzo de memoria… amenazas al tiempo para que no te arrebate el presente. Aunque el pasado te cause arrepentimiento y el presente te mantenga en suspenso, el futuro es lo único que de verdad puede imponerte miedo.
Yo creo que el miedo es lo que junta a dos que dicen amarse. Miedo a la enfermedad, al hambre, a estar consigo mismo (como yo en este momento), a lo desconocido… El gran miedo a enfrentarse a la vida. Ese es el amor, una sustitución de personas y lugares más que un sentimiento. A menudo la culpa nos hace volvernos a enamorar… pero como ya se me terminó el cigarrillo, y al parecer también acaba la espera, ya que creo verte a lo lejos, nada seguro, dicen por ahí que de noche todos los gatos son pardos… mejor dejo estos desvaríos pendientes para cuando vuelvas a llegar tarde y tenga tiempo para estar de nuevo, sólo con mis pensamientos. Ahora lo único presente en mi mente, es tu sonrisa, y tu sorpresa al verme aún en tu espera. Está bien, te disculpo, no se puede llegar tarde al encuentro con el destino…

Alejandro Pérez Lozano  

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